Por Pablo Menéndez.- En la vida de Guillermo, los días transcurrían como si el mundo no se moviera, era un paisaje detenido en el tiempo, la sensación de hastío, le había ganado en su ánimo, su vida era tan rutinaria que ni se planteaba para que quería vivir.
“Vivir, es sobrevivir”, se decía. “El amor es una fantasía de la sociedad, el ser feliz, es una linda mentira, que todos anhelan, sin embargo nadie sabe cuál es el camino”, pensaba, y aseguraba que lo que único que fantaseaba cómo sería su final.
Sin embargo, una noche de las tantas, y mientras miraba como el mar humedecía la arena, se cruzó con ella, se miraron, los ojos negros de esa hermosa mujer lo hipnotizo, y la sonrisa de los dos, se enhebraron en el aire, y el tiempo, por un instante, pareciera que se detuvo.
El mar y la arena fueron los únicos testigos, del amor y del erotismo a flor de piel. Nadie sabe bien lo que paso luego, lo único que se sabe, es que de Guillermo nunca más se supo nada, nadie lo volvió a ver. Muchos piensan que, definitivamente, supo cuál de novedoso era su final.