A partir de la caída de Juan Manuel de Rosas el gobierno de Buenos Aires anuló los tratados de paz con el indio y aplicó una política oficial activa de enfrentamiento y exterminio. Esto tuvo como resultado el alzamiento de las tribus indígenas en defensa de sus territorios a partir de 1855, y los combates que entre otros le costaron la vida a Nicanor Otamendi en San Antonio de Iraola.
El cacique Calfulcurá, hombre de inteligencia brillante, identificó ya en aquellos acontecimientos una conducta política que se proyectaría hacia adelante en el tiempo, repitiéndose en diferentes momentos y trayendo como consecuencia la dificultad para sostener “políticas de estado” independientes de banderías y vaivenes políticos, entre tantas y tantas otras cosas. Esto surge del discurso que pronunció ante los delegados de Catriel, cuando éstos le pidieron permiso para acampar en sus territorios debido al traslado forzado que estaban sufriendo por parte de las nuevas autoridades de Buenos Aires. Sus palabras fueron registradas por Santiago Avendaño, secretario personal de este último cacique. En esa oportunidad Juan Calfulcurá dijo lo siguiente:
“Oh, ahí tiene mi chocuom (sobrino) la recompensa de los cristianos! ¡Los unitarios, tan pobres y tan débiles, son tan camorreros! No bien han conseguido voltear a Rosas, ya se han enfurecido con todos, como si ellos fuesen hijos de Dios. Quieren acabar con todos para quedar ellos solos. Estoy seguro de que esos no son más que unos perros hambrientos, que se han hecho bravos porque ven aumentarse sus fuerzas. A estar en lo cierto lo que me han contado, los unitarios han despedazado cuanto había tenido Juan Manuel de Rosas. Se han repartido su plata, sus vacas, hasta sus pavos, las gallinas y los patos. Y como nosotros hemos sido amigos de él, querrán acabar también con nosotros, creyéndonos propiedad de Rosas. Si mi sobrino hubiese hecho lo que yo le hice decir, cuando Juan Manuel fue vencido, no tendría que apretarse el corazón por sufrir tanto. Ahí tiene lo que da la confianza. Les ha gustado estar entreverados con los cristianos ¿Cómo han tenido éstos el coraje de echarse encima de aquel que no podía vivir sin ellos? ¡Ah! ¿Y nos hemos de fiar de andar en tierra ajena? Juan Manuel ha durado en el gobierno muchos años y jamás trató de traicionar a nadie. Vea lo que ha sucedido a su caída. Los hombres nuevos han escarbado, movido y trastornado todo”.
*Museo de la Vida Rural de General Alvarado.