Por Pablo Menéndez.– Esta historia se inicia en los años cuando el amor es algo mágico, y la utopía está a la vuelta de la esquina, que con solo sentirlo uno cree que camina por sobre el aire. Es en ese tiempo donde la risa, el llanto, el corazón late a mil, y aún más cuando ves llegar esa sonrisa, su cabello rubio, y esos ojos claros que nunca se olvidan.
Sin embargo, también son el momento de que los que te dicen “sos joven aún”, “tenes que vivir otros amores”, o “eso no es amor, cuando lo sientas de verdad, ahí sabrás de que te habló”, y uno transitando en esa edad donde la credulidad, está presente cada día, termina pensando y sintiendo que es así, que en esos años no se puede sentir amor, sólo es un enamoramiento.
Pero que pasa que no es tan cómo te lo cuenta, que cuando volves la vista hacia atrás, sentís que eso fue amor, que las palpitaciones de ese entonces, son un recuerdo que nunca se va, que esa ebullición no la volviste a encontrar.
El amor no tiene edad, es una verdad de Perogrullo, y entonces porque nos empecinamos a creer que ese primer amor, no es tan así, porque nos volvemos vulnerables a que hay que vivir más para saberlo, si cuando lo sabes ya es tarde, no siempre es literal que el primer amor es el comienzo de muchos, no es cierto, a veces en ese solo que uno siente con la intensidad.
El tiempo es el mejor remedio para todo lo que concierne al amor, el olvido es la caja mágica que buscamos intensamente, y cuando la encontramos, guardamos todo lo que uno vive, hasta que un día la destapamos, y seguimos esperando nacer, para darnos una nueva oportunidad, a veces lo más difícil no es dejar ir, sino a empezar de nuevo, y en esa lucha desigual entre pasado idealizados, amores idos, y este presente que espera que alguna vez, solo una vez más, esa sensación olvidada, nos atraviese como un rayo, para volver a sentir que estamos vivos.
“Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren” JS