La escritora Florencia Canale presentó en Mar del Plata la última parte de una trilogía sobre la vida de Juan Manuel de Rosas. Reconoció que escribe sobre hombres pero es una “excusa” para contar historias de mujeres y celebró el resurgimiento del movimiento feminista.
En “La hora del destierro” (Planeta, 2017), Florencia Canale, repasa el ocaso de Juan Manuel de Rosas tras la derrota en la batalla de Caseros a manos de Justo José de Urquiza. En este libro -el último de una trilogía sobre el restaurador de leyes o el tirano-, la escritora marplatense aborda el exilio en Inglaterra, la soledad y el olvido de sus últimos días de vida lejos de su patria; las mujeres y los hijos que quedaron en Buenos Aires, sumidos en la miseria extrema.
Antes de su presentación en el tradicional ciclo Verano Planeta, Canale conversó con 0223 sobre Rosas, el poder, la gloria, el destierro, la muerte y, sobre todo, las historias de amor que atravesaron aquellos hombres imprescindibles en los orígenes de la Nación. “Escribo sobre hombres pero es una excusa para hablar de las historias de las mujeres”, reconoció y celebró el “despertar” del movimiento feminista.
-¿Cómo fue el exilio de Rosas?
-Supongo fue muy difícil, tanto para él como para la familia chica. Pero sobre todo para él que sintió que Buenos Aires le era infiel, lo traicionaba; que al fin Buenos Aires, esa provincia a la que él le había dado todo, le daba vuelta la espalda y lo abandonaba. El abandono era su principal preocupación: que su hija que no lo abandonara, su mujer que lo abandonó al morir… No debe haber sido fácil para el hombre que había tenido todo el poder, el dinero, la gloria, la desmesura. Irse a Inglaterra a ser un simple mortal, a pasar hambre por momentos, en soledad, triste, enfermo y librado a sus pensamientos, no debe haber sido fácil.
-Una historia que se repitió con otros personajes de la historia: San Martín, Belgrano…
-Sí, claro. Belgrano murió en Buenos Aires, pero igualmente olvidado, ninguneado. Qué notable que todo el tiempo repetimos estas prácticas de gloria, exilio y muerte. San Martín no muere pobre como Rosas pero muere lejos, con la mirada puesta en otro lado. Por eso yo recomiendo visitar nuestra historia, revisitar el pasado porque ahí está todo, ahí estamos.
-Rosas pierde todo al exiliarse y aquí, en Buenos Aires, deja a muchas mujeres importantes en su vida.
-¡Y un montón de hijos!
-¿Cómo era su relación con las mujeres? Incluso, tenía una relación particular con su hija, Merceditas.
-Me parece que era lo que más le interesaba a Rosas: las mujeres. Después de Caseros, Rosas se escapa con su hija, su hijo varón y su nieto y acá deja a otras mujeres que habían formado parte de la fiesta rosista, del momento de mayor poder de Rosas. Claro, caído el César, caen todos y estas mujeres necesitan esconderse para salvar la vida pero, de algún modo, uno piensa para qué; salvarse para tener una vida tan ruin… A María Eugenia Castro -su mujer, la que le dio cinco hijos, su manceba-, le pide que viaje con él pero ella se niega a dejar tres de sus hijos, además estaba embarazada. Queda acá también Juanita Sosa -la decanita, amiga de su hija-, que era una mujer muy particular, querible, colorida, muy sexual, muy deseante, pero en el momento que cae Rosas, se le cae el mundo a pedazos y termina internada en el hospital para mujeres dementes.
Y está Marcelina Alen, que es otras de las mujeres que quedan en Buenos Aires y sobre quién también se rumoreó que uno de sus hijos era de Rosas.
Rosas había sido un hombre muy avasallante con las mujeres; era una práctica habitual en esos tiempos: mujer que quiero o deseo, me la llevo.
-A lo largo de la historia argentina, ¿hay algún otro personaje tan poderoso, con estas características que describís de Rosas?
-Pienso que sí existió fue el hombre que al final lo traiciona: Justo José de Urquiza. Fue un hombre poderoso, bien mujeriego, incluso, mucho más que Rosas.
-Las historias que contás -tanto las centrales como las que transcurren de forma paralela, en torno al protagonista- tienen en común el poder y la lujuria, pero, sobre todo, el amor. ¿Eso querés contar?
-Síii, porque el amor es el motor que lleva adelante todo. Amores y desamores son los que marcan el paso de estas historias. Amores correspondidos y no correspondidos, amores torturados, amores abortados; amores entre hombres, no desde el lugar del erotismo, sino de la hermandad. El amor es el sentimiento que a mi me mueve y que además pretendo que sea el motor de mis novelas. Quiero contar que no sólo la política, el poder mueve montañas, sino que la relación entre hombres y mujeres, el amor, el deseo, la pasión también es una fuerza subterránea o tal vez en la superficie que nos lleva puestos. A ellos también los llevó puestos.
Mujeres fuertes y el “despertar” del movimiento feminista
-Mencionabas a Urquiza como personaje de similar envergadura a la figura de Rosas, ¿Y del siglo pasado, en la historia más reciente?
-No creo que haya. El siglo XIX fue muy particular: la Nación no estaba conformada, recién nos liberábamos de una opresión española; somos bebés recién nacidos o empezando a gatear; estamos en la búsqueda de límites, somos pura desmesura y bravura, pura ansia. Me parece que en el siglo XX -y en el XXI, mucho más- todo está bastante más encorsetado, todo está dado. No hay demasiados desafíos, o quizás los haya pero nadie los quiere tomar. Estamos dentro de un paradigma que aún dura, no hay rompimiento y es imposible comparar a ninguno de estos señorones. No veo a nadie de nuestra historia política que yo pueda comparar con aquellos hombres bravos y seguros de sí.
Lo que abunda ahora es la desidia, el deseo está bastante aquietado porque asusta y entonces mejor no despertarlo, acallarlo. Antes todo era el abismo, a pura acción.
-¿Hay más autocontrol, quizás?
-Total, hay cero acción en el siglo XXI. O la única que hay es la acción femenina. Pareciera que ahora hay un despertar de la lucha de los derechos de la mujer. El movimiento feminista es el único que veo más activo. Empiezan a aparecer polémicas: la escuela francesa, la escuela americana… Hay preguntas, muchísimas polémicas, distorsiones y cachivaches, pero ahí pasan cosas. El resto, hace mucho que no pasa nada.
No lo hablábamos, todas eras feministas, estaba dado que la fuerza del sujeto la tiene el sujeto mismo per se no porque sea varón o mujer. Desde hace unos años a esta parte, se transformó en un movimiento mundial, pareciera que esto se vuelve a abordar, se vuelven a hacer preguntas y a levantar la voz contra el abuso machista. Ese ese el único movimiento social que intenta romper algo.
-Un debate interesante y necesario.
-Claro que sí, porque hay disensos y preguntas. Lo único que me parece interesante de esto es poder hablar de los miedos que llevan a que esto suceda. ¿Qué le pasa a un varón o cómo llega a sentir que de la única manera que puede abordar a una mujer es a partir del abuso, del acoso o de la violencia? Seguramente los médicos, la ciencia intenta entender por dónde pasa esa patología y de qué modo se puede tratar, aunque yo no creo para nada que sea la ley la forma de calmar esos exabruptos que cada vez se denuncian más.
Urquiza, el protagonista de la próxima historia de amor
-¿Ya estás pensando en la próxima novela? ¿Quién será el o la protagonista?
-Ya la empecé a escribir. Se nos viene otra historia del siglo XIX, otro hombre que, como siempre, es una excusa para hablar de las mujeres. Es un hombre que también tuvo muchas mujeres, muchos hijos: Urquiza.
Es muy impresionante esa vida, comparable a Rosas por su ansia de poder, por su dinero, por su ojo hacia adelante, su ferocidad. Fue el hombre que lo traicionó a Rosas y que por supuesto luego fue traicionado. Lo más interesante, aparte del tipo que fue políticamente, es ese envión que no podía detener, esa vida a pura pasión erótica. (Fuente 0223.com.ar)