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Cte. Nicanor Otamendi: cumple 111 años


Cte. Nicanor Otamendi: cumple 111 años

Fue oficialmente fundado el 29 de mayo de 1911, encontró sostén en el laboreo de la tierra y es conocida por estos días como la capital provincial de la papa.

La geografía bonaerense, característica por sus llanuras monótonas, esconde pinceladas originales trazadas por la naturaleza y matizadas por el pulso firme de sus pioneros, artífices de los paisajes actuales. Entre las lomas fértiles del partido de General Alvarado, el tendido de las vías entre Mar del Plata y Miramar dibujó el boceto de lo que sería la localidad de Comandante Nicanor Otamendi, oficialmente fundada el 29 de mayo de 1911 y conocida por estos días como la capital provincial de la papa.

El camino para llegar a este pintoresco pueblo del sudeste se desprende de la ruta Nº 88. El verde de los campos es interrumpido por un espejo de agua rodeado de tinglados, galpones y plantas de silos. Nutrias, patos y diversas especies de aves migratorias habitan en esta laguna artificial, producto de las vertientes de uno de los lavaderos de papas. Tras una curva, en la Plazoleta del Agricultor, una bandera argentina flamea sobre un viejo tractor y el atajo se transforma en una de las calles de Otamendi.

La prolijidad y el buen gusto son característicos de este pueblo, conocido en sus albores como Dionisia, nombre de la estación de trenes inaugurada el 24 de febrero de 1911, junto con la de Miramar, cabecera del partido. Las vías dividen a Otamendi en dos y a ambos lados, tras sus plazas y paseos rebosantes de árboles, ligustros y flores, el horizonte se funde en la inmensidad de sus campos.

Tierras con historia

Hace más de 10.000 años que la raza humana merodea por estas latitudes, pero recién con la llegada de los españoles y el paso del jesuita Cardiel y su comitiva expedicionaria comienzan a garabatearse las primeras páginas de su historia. En 1827, tras la sanción de la ley de enfiteusis, el mapa bonaerense comienza a dibujarse. Pedro Trápani, un estanciero y saladero de la época, al solicitar las tierras denunció que llevaba 11 años en el Rincón de Lobos, en las cercanías de los campos otamendinos.

Otros pobladores fueron incursionando y se sumaron a los indios y gauchos que circunstancialmente transitaban por estos pagos, por entonces pertenecientes al partido de Monsalvo. En 1839 pasaron a integrar la Lobería Grande, luego el distrito de General Pueyrredón y finalmente, en 1891, el de General Alvarado. Apellidos como Campos, Franco y Otamendi aparecieron sobre las mensuras realizadas por los agrimensores Chiclana y Cramer, allá por el año 1836, y eran acompañados por un sinnúmero de personajes anónimos que impregnaron de su espíritu a la comarca.

Así fueron transcurriendo los años en los campos de Otamendi hasta los albores del siglo XX, cuando los inmigrantes desembarcaron en las chacras y se convirtieron en arrendatarios.Balbina Otamendi de Inurrigarro era la propietaria de estas tierras, que formaban parte de la estancia El Infierno. En 1908 se autorizó al Ferrocarril del Sud la construcción de dos nuevos ramales que partirían de Mar del Plata: uno llegaría a Miramar y otro, a San Agustín, en el partido de Balcarce, bifurcándose las vías en la estación Dionisia, denominada así por Doña Balbina en honor a su madre, Dionisia Byron de Otamendi.

Cuando el traqueteo del tren rompió con la monotonía del paisaje, Balbina autorizó el loteo de los terrenos que circundaban a la estación para fundar allí un nuevo pueblo, que pasaría a la posteridad con el nombre de su tío abuelo. El comandante Nicanor Otamendi -hijo de José Martiniano, que ya en 1831 poseía campos en la zona- era criollo y militar, y la muerte lo encontró defendiendo a la patria en 1855, a manos de los indios del cacique Yanquetruz, en el combate de San Antonio de Iraola, en las cercanías de Benito Juárez.

El remate de solares, quintas y chacras para la fundación del pueblo se realizó en Mar del Plata, en el Teatro Colón, y la fertilidad de sus tierras atrajo a inmigrantes y criollos, que pronto trazaron los surcos de un nuevo paisaje. La estación Dionisia era el centro social y económico, y en torno de ella fue creciendo Nicanor Otamendi.

A 111 años de su fundación, los galpones ferroviarios se esfuminan entre las plantas de silos, y una vieja manga por donde pasaban los vacunos para subir al tren adorna el Paseo del Ombú, en torno del mismo árbol que sirvió de sombra a los reseros, frente al almacén El Pensamiento, lugar de copas en esos tiempos. La agricultura dio impulso a la economía lugareña, rica gracias a la producción de papa y las industrias del sector. No en vano Comandante Nicanor Otamendi es la capital provincial de este cultivo.

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