Por Pablo Menèndez.– Miramar tiene distintos encantos. Uno de ellos es salir por esa hermosa costanera a caminar, correr o andar en bicicleta. Es cierto, que no es lo mismo hacer esas actividades en pleno invierno que el verano. Se puede observar que va rotando las horas, entre mayo a agosto, pocos valientes se atreven a salir por la costa a las 7 de la mañana, la tendencia es realizarlas al mediodía. Mientras tanto en verano cambia, salir casi al alba es un placer y si tiene uno la posibilidad de ver el amanecer, se acrecienta esa sensación.
En ese caminar por la costa muy temprano, tiene una escenografía singular. Primero va esquivando los jóvenes de hoy, que vuelven de los boliches y los que fuimos los jóvenes de hace un tiempo largo ya, que empezamos nuestra jornada, con alguna actividad física. Todo se mezcla, entre la juventud que como las gaviotas van todos en grupo en búsqueda de una comida rápida o de extender la llegada a sus casas. Algunos tratando de buscar ese amor veraniego, o simplemente reírse de nada.
En cambio, los jóvenes de ayer, que salimos a caminar, otros a trotar, solos los esquivamos, con nuestros auriculares puestos, quizás escuchando a Génesis, Supertramp, o Queen. Es imposible ver esa escena de los jóvenes de hoy, es lógico que uno se transporte en el tiempo y recordar esas vueltas de los boliches. Recuerdo ir a la hamburguesería “El Vasco”, que estaba ubicado en 9 de Julio entre Av. Costanera y 14, o la tradicional “Mickey”, o el otro clásico que era “Las Gaviotas”.
“Distinto tiempo” diría Nito Mestre, en esa hermosa melodía, sin embargo si uno analiza lo vivido por nuestra generación y los de hoy, con su aggiornamento lógico, el amanecer sigue siendo el mismo. Lo que cambia son las modas que transitan nuestra costa, aunque en definitiva todo se une en un puente entre los de ayer y los de hoy.