La historia del túnel de Miramar que recoge el portal Infocielo es cautivadora, no solo por el misterio que lo envuelve, sino también por su valor histórico. Esta obra, construida hace más de ochenta años por don Gabriel Pérez junto a sus hijos Carlos, Julio y Gabriel, así como los trabajadores Francisco Cejas y Rodolfo Amigorena, sigue generando intriga.
Inaugurado en 1938, el túnel ofrecía a los turistas una vía subterránea para cruzar la Ruta 11 y acceder a la playa, una solución ingeniosa que fue parte del paisaje veraniego de la época.
Es curioso que, a pesar de su antigüedad y función, muchos vecinos de Miramar aún no lo conozcan. En las noches de invierno, el túnel se convierte en un escenario digno de un cuento de terror, poblado por miles de murciélagos que cuelgan de sus paredes, dando lugar a una atmósfera casi fantasmal.
Lo más interesante de este relato es cómo se entrelaza con las historias personales y las fuentes históricas que lo mantienen vivo. El libro de Segundo Acha, Miramar, cien años…, y el testimonio de Gabriel Pérez Falco, hijo del constructor original, aportan detalles valiosos sobre el año de construcción y el legado de la familia Pérez. Gracias a estos registros, no solo conocemos los detalles de la obra, sino también las personas detrás de su creación.
Este túnel, que cruza bajo una de las rutas más transitadas de la costa bonaerense, encierra más que un simple paso subterráneo: es un reflejo de la historia local, con sus leyendas, misterios, y un testigo silencioso de una época que, aunque lejana, aún sigue viva en la memoria de algunos.