Pablo Menéndez,- En un momento en que nuestra sociedad necesita unidad, diálogo y empatía, resulta especialmente doloroso ver cómo se ataca a una figura como Raúl Alfonsín, quien fue un pilar fundamental en la restauración de la democracia en Argentina.
Alfonsín representó una era de esperanza y lucha por los valores democráticos en tiempos oscuros, y su legado va mucho más allá de las políticas de su gobierno; es un símbolo de respeto, consenso y compromiso con el bienestar de todos los argentinos.
Alfonsín creyó y trabajó incansablemente por un país donde las diferencias se debatieran en el marco del respeto y la pluralidad de ideas, no de la agresión. Podemos tener distintas miradas sobre el presente y los desafíos que enfrentamos, pero el respeto hacia figuras históricas que aportaron tanto a nuestro país debería ser un valor incuestionable en democracia.
La grandeza de una nación se mide también por su capacidad de valorar el trabajo de quienes sentaron las bases de nuestras instituciones. Hoy, más que nunca, recordemos la importancia de honrar y aprender de nuestro pasado para construir un futuro mejor.