El ascenso de Javier Milei al escenario político argentino ha traído consigo una revisión profunda de ideas que, aunque siempre presentes, rara vez ocupaban el centro de las decisiones políticas. Para Milei, el concepto de “libertad” no es simplemente una bandera ideológica; es un pilar fundamental para reorganizar el contrato social argentino. Sin embargo, ¿qué significa esta revisión en un contexto tan complejo como el nuestro?
En esencia, Milei propone que el Estado deje de ser un gestor omnipresente y se reduzca a lo “mínimo”, limitándose a garantizar seguridad, justicia y algunas pocas funciones esenciales. Su propuesta despierta pasiones y controversias, especialmente en un país donde el Estado ha tenido históricamente un rol protagónico en nuestra Argentina, pero también generador de dependencias y clientelismos. Milei sugiere que las personas deben ser “libres” para decidir el destino de sus ingresos, eliminando intermediaciones y regulaciones que él considera innecesarias.
Este replanteo al contrato social también toca aspectos sensibles: salud, educación y el acceso a oportunidades básicas. Milei sostiene que, en un contexto de libertad económica, la competencia beneficiará la calidad de los servicios, mientras que los críticos advierten que esto podría significar una exclusión de aquellos que no tengan el poder adquisitivo para acceder a servicios básicos.
Aun así, su promesa de cambio resuena entre quienes sienten que el sistema actual no los representa. El desafío, en este marco, será demostrar si un Estado reducido puede realmente garantizar un ambiente equitativo para que todos los ciudadanos prosperen. ¿Estamos listos para una versión del contrato social basada en “libertad individual” o nos enfrentamos a un experimiento que, lejos de resolver, profundizará las desigualdades?
La revisión que Milei plantea del contrato social puede ser un punto de inflexión, y la realidad, más allá de la retórica, tendrá la última palabra.