En un país donde los números financieros parecen ser el único lenguaje del gobierno, nuestros jubilados enfrentan una crisis que pocos se animan a denunciar. Las oficinas del PAMI están colapsadas, con filas interminables y atención insuficiente, mientras los recortes en los medicamentos dejan a miles de adultos mayores en una situación de absoluta vulnerabilidad.
Los recientes aumentos en las jubilaciones, que apenas rozan el índice de inflación, resultan insuficientes frente a una realidad económica despiadada. En las góndolas, los precios de productos básicos como la carne, los lácteos y los artículos de limpieza no dejan de subir, y los productos navideños se han convertido en un lujo inalcanzable para muchos.
Una Sociedad en Silencio
La situación no se limita únicamente a los jubilados. Estudiantes universitarios, trabajadores y otros sectores de la sociedad también ven cómo sus derechos son erosionados sin miramientos. La falta de empatía se refleja en políticas públicas que parecen desconectadas de las necesidades reales de la población.
Mientras tanto, la oposición parece aturdida, sin una estrategia clara para contrarrestar un gobierno que, según algunos analistas, roza el autoritarismo. Su silencio deja a la ciudadanía aún más desprotegida frente a una gestión prepotente y distante.
La Urgencia de Escuchar a los Más Vulnerables
En esta crisis, la empatía y la acción son más necesarias que nunca. Los jubilados, quienes deberían disfrutar de una vida tranquila después de décadas de esfuerzo, se encuentran hoy en la indefensión total. La sociedad necesita líderes que no sólo hablen de números, sino que escuchen y respondan a las necesidades más urgentes de quienes representan la base moral del país.
Porque la verdadera grandeza de una nación no se mide en cifras financieras, sino en cómo trata a sus ciudadanos más vulnerables. ¿Quién levantará la voz por ellos?
