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Cuento corto: La Noche de los Reyes Magos


Cuento corto: La Noche de los Reyes Magos

La brisa cálida de enero acariciaba las calles tranquilas de la ciudad. En cada hogar, los niños habían dejado sus zapatitos junto a la puerta, acompañados de un puñado de pasto y un tazón con agua, ofrendas para los camellos que traerían a los Reyes Magos desde tierras lejanas. El aire olía a ilusión, una mezcla de infancia y magia que sólo se respiraba esa noche del 6 de enero.

Tomás, de ocho años, no podía dormir. Se revolvía en su cama, imaginando a Melchor, Gaspar y Baltasar deslizándose por el patio, dejando regalos y sueños cumplidos. Cerraba los ojos con fuerza, pero la emoción le ganaba. En la habitación de al lado, Valentín, de seis años, estaba igual. Ambos sabían que tenían prohibido levantarse antes del amanecer, pero la emoción era demasiado grande.

—¿Estás despierto? —susurró Tomás desde la puerta del cuarto de Valentín.
—¡Sí! ¿Creés que ya llegaron? —respondió el hermano menor con los ojos brillando.

Sin hacer ruido, los dos se asomaron a la ventana del comedor. Rosario, la más pequeña de la casa, dormía profundamente abrazada a su muñeca favorita, ajena a la conspiración de sus hermanos mayores.

Al mirar hacia el cielo, Tomás y Valentín vieron algo que los dejó sin aliento: tres figuras sobre camellos cruzaban la penumbra, como sombras mágicas iluminadas por la luz de las estrellas. Se miraron, asombrados, sin decir palabra. La magia era real, y ellos acababan de ser testigos.

Regresaron corriendo a sus camas, tapándose con las sábanas, temerosos de que los Reyes los hubieran visto espiando.

A la mañana siguiente, el patio era un campo de maravillas. Los zapatitos estaban rodeados de regalos: Rosario encontró la bicicleta que tanto había pedido, Valentín abrazó el Super Mario Galaxy que lo hizo gritar de alegría, y Tomás no podía creer su suerte al ver una tabla Bodyboard

En el desayuno, mientras desayunaban, Tomás y Valentín contaron lo que habían visto. Su padre, entre risas, les dijo: “La magia existe, hijos, si tienen el corazón abierto para creer en ella“.

Ese 6 de enero quedó grabado como la noche en que la magia tocó a los tres hermanos, dejando sueños cumplidos y un vínculo eterno de ilusión compartida.

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