María siempre supo que algunas personas llegan a nuestras vidas con un propósito especial. A lo largo de sus 50 años, había construido una historia llena de momentos inolvidables, de decisiones que la marcaron y de amores que la transformaron. Su vida siempre tuvo “dueños significativos”, personas que, con su presencia, habían dejado huellas profundas en su corazón.
Y entonces llegaste vos.
No fue casualidad. Fue su primo Horacio, su mejor amigo, quien desde ese lugar mágico donde hoy habita, decidió tejer un nuevo lazo en su vida. Como si aún siguiera armando historias, como si su risa traviesa siguiera resonando entre ustedes, fue él quien los unió.
Desde el primer momento, María sintió que había algo diferente. No era solo el encuentro entre dos personas; era un hilo invisible, un puente tendido desde otro plano, como si Horacio hubiera acomodado las piezas en ese tablero cósmico donde juegan los que ya partieron.
Y así, sin previo aviso, sin grandes anuncios, tu llegada trajo algo nuevo a su historia. Quizás una compañía inesperada, una risa compartida, una mirada que dice “te entiendo”, o simplemente la certeza de que hay amores y amistades que nunca mueren, solo se transforman.
Porque al final, María sabe que la vida es así: un entramado de afectos, de señales, de encuentros que parecen casuales, pero que en realidad son guiados por esas almas que nos siguen amando desde otro lugar.
Y hoy, al mirarte, sabe que él sigue presente, uniendo destinos y cuidándolos, sonriendo desde ese rincón del universo donde los lazos verdaderos nunca se rompen.