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Cuento corto: Donostia, el eco de un amor ausente


Cuento corto: Donostia, el eco de un amor ausente

Por Pablo Menéndez.- Guillermo caminaba por las calles de Donostia con una extraña mezcla de nostalgia y descubrimiento. Nunca había estado allí, pero algo en el aire salino, en el rumor de las olas contra la barandilla de La Concha, le resultaba familiar. Como si no fuera la primera vez que sus pasos marcaban aquel adoquinado.

Había visto la ciudad en documentales, en series de origen vasco, en fotografías de revistas que hablaban de su belleza indiscutible. Sin embargo, la sensación era distinta. No se trataba solo de reconocimiento visual; era algo más profundo, casi visceral. Como si su alma supiera que aquel era su hogar, aunque su memoria dijera lo contrario.

Pero había algo más, algo que le pesaba en el pecho mientras avanzaba por la Parte Vieja. Ese viaje, que había imaginado tantas veces, no era exactamente como lo había soñado. Porque en sus fantasías nunca estaba solo.

Había alguien a quien había querido llevar consigo, alguien con quien habría compartido cada pintxo, cada atardecer reflejado en la bahía. Pero ese amor aún no correspondido no había cruzado el océano con él. Se había quedado lejos, en otro lugar, en otra vida, quizás sin siquiera sospechar cuánto Guillermo había deseado su presencia en cada rincón de Donosti.

Bajo un cielo que anunciaba el otoño con pinceladas de nubes y brisas más frías, se detuvo frente a un bar. El aroma a comida recién hecha lo envolvió, y sin pensarlo demasiado, entró. Saludó al tabernero con la naturalidad de quien regresa a un sitio conocido. “Kaixo”, respondió el hombre, con una media sonrisa cómplice.

Pidió un txakolí y lo bebió despacio, mirando por la ventana. Tal vez esa sensación de pertenencia no era sobre la ciudad en sí, sino sobre la idea de compartirla. ¿Era un recuerdo olvidado o solo el poder de la idealización? ¿Había estado allí en otra vida, o solo anhelaba que ese amor imposible estuviera a su lado?

No tenía respuestas. Pero por primera vez en mucho tiempo, no le importaban. Estaba en Donostia, y eso era suficiente.

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