Este domingo celebramos el Día de la Madre, una fecha que atraviesa generaciones y emociones. No es sólo un día de regalos o almuerzos compartidos, sino una oportunidad para detenernos y recordar la huella profunda que dejan las madres en la vida de cada uno de nosotros.
Son memoria, porque en ellas se guarda la historia familiar, los gestos, las palabras y los silencios que enseñan. Son ternura, porque en su abrazo se disuelven los miedos y las distancias. Y son fuerza, porque incluso en los momentos más difíciles, siempre encuentran la manera de sostener y seguir.
En cada madre hay un ejemplo de entrega, una lección de amor que no busca reconocimiento. Están las que acompañan con su presencia diaria y las que permanecen en la memoria, en una palabra, en una canción o en una foto que nos devuelve su sonrisa.
En este Día de la Madre, desde El Recado celebramos a todas ellas: a las que crían, enseñan, trabajan, cuidan, y también a quienes ya no están, pero siguen presentes en cada uno de nuestros pasos.
Y en lo más personal, este día también es un homenaje. A mi madre, que partió hace un año hacia ese otro plano donde habitan los recuerdos y la luz. Su voz, su ternura y su manera de mirar el mundo siguen siendo guía y abrigo. Porque el amor de una madre no se despide, solo cambia de forma.
Porque ser madre es mucho más que un vínculo: es un acto de amor que trasciende el tiempo.