Como anticipábamos en nuestra última editorial, los movimientos dentro del espacio opositor en General Alvarado venían mostrando señales de reacomodamiento. El salto de Diego Santilli al primer lugar en la lista de diputados nacionales volvía a poner en escena a Joaquín Sánchez Charro, referente del PRO y del ahora diputado electo.
Pero el domingo 26, los resultados dejaron una postal inesperada. Con una elección muy ajustada en la Provincia de Buenos Aires —donde La Libertad Avanza se impuso por poco—, en General Alvarado la diferencia fue más clara: 11.700 votos para La Libertad Avanza contra 8.200 de Fuerza Patria. Esa noche, los festejos se dividieron en dos puntos de la ciudad: el local del PRO, sobre la calle 19 entre 28 y 30, y el de La Libertad Avanza, en 16 entre 21 y 23, bajo la conducción de Nicolás Martínez de Vedia.
Entre saludos, cánticos y llamadas cruzadas, se produjo una escena que refleja las tensiones que hoy atraviesan a ese sector. Martínez de Vedia le habría aconsejado a Sánchez Charro que no se acercara al local libertario: el ambiente no era el mejor para él. Entre los militantes persistía el malestar con quien, según decían, en septiembre había “levantado la pata”, trabajando a media máquina cuando el PRO debía salir a la cancha con fuerza.
Sin embargo, a pesar de la advertencia, Joaquín Sánchez Charro decidió ir igual acompañado por parte de su equipo. Y lo que se temía, sucedió. Apenas ingresó al local de la calle 16, comenzaron los reproches. Algunos militantes le pidieron que se retirara. La tensión fue creciendo, con gritos, empujones y un clima enrarecido. Martínez de Vedia intentó calmar a sus seguidores y pedirle a Sánchez Charro que se retirara, pero la escena terminó como se esperaba: con la salida del dirigente hacia la vereda, donde la discusión continuó unos minutos más hasta que decidieron alejarse definitivamente.
El episodio dejó al descubierto una interna que, lejos de cerrarse, sigue abierta desde aquel 7 de septiembre. Muchos dentro del espacio libertario consideran que Sánchez Charro no quiso involucrarse plenamente en la lista local, delegando en su entorno a Sergio Mazzon, el ahora concejal electo.
Mazzon es un nombre prácticamente desconocido en la política de General Alvarado. Según se supo, es una persona que llegó hace cuatro años, proveniente de Ramos Mejía, y que habría fijado domicilio en Miramar, pese a tener propiedad en San Eduardo del Mar —localidad que pertenece al partido de General Pueyrredón—. Ese domicilio en Miramar le permitió, formalmente, integrar la lista local como candidato a concejal. Pero lo cierto es que ni en la ciudad de Miramar, ni mucho menos en el distrito, y menos aún en la política local, su nombre tiene algún tipo de trayectoria o reconocimiento. En una entrevista reciente en Radio Mágica, con el conductor Fernando Casco, su presentación pública tampoco fue del todo feliz: hubo cruces, confusiones y un tono que dejó más dudas que certezas sobre su rol y su pertenencia real al distrito.
A partir de aquí, la gran incógnita es cómo se conformará el bloque libertario dentro del Concejo Deliberante. Por un lado, Nicolás Martínez de Vedia y Silvia Lares asumirán como concejales electos; por otro, queda por verse qué rol ocupará Sergio Mazzon, identificado con el sector del PRO que encabeza Sánchez Charro.
Y en ese tablero, ya hay una confirmación que modifica el escenario: el actual concejal Uriel Mespulet deja su banca a partir del 31 de octubre, por razones personales, y en su lugar asumirá la concejal suplente Analía Verónica Irles, lo que reacomoda la representación del espacio dentro del Concejo de cara a diciembre.
Lo cierto es que, de confirmarse estos movimientos, Mazzon quedaría como único representante directo del sector del PRO dentro del Concejo, en medio de un clima de desconfianza y cortocircuitos entre las dos cabezas visibles: Martínez de Vedia y Sánchez Charro.
A esta altura, todo es una incógnita. Pero si algo puede decirse con sinceridad, es que no es el mejor arranque para una fuerza que, habiendo ganado las urnas, parece no encontrar todavía el rumbo para gobernar su propia interna.
