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Cabildos a cielo abierto: un Concejo que nace fracturado y una dirigencia que juega al límite


Cabildos a cielo abierto: un Concejo que nace fracturado y una dirigencia que juega al límite

Por Pablo Menèndez.- A esta altura usted ya lo sabe, pero hay que decirlo con todas las letras: en General Alvarado, la política está viviendo un cabildo a cielo abierto donde cada dirigente habla para adentro, pelea para su metro cuadrado y se olvida —una vez más— de que del otro lado hay una sociedad cansada de ver internas mientras los problemas siguen esperando.

Lo más grave es que esto no ocurre después de asumir. No. Pasa antes.
Y pasa a la vista de todos

Un Concejo que ya llega roto

El nuevo Concejo Deliberante va a nacer fracturado. No es una proyección: es un hecho consumado.

  • Viviana Farías, que desde marzo de 2024 se paró sola, seguirá sola. Aunque su jefa política haya abrazado la unidad con LLA, acá la unidad no llegó.
  • Saúl Trejo abrirá su monobloque el 11 de diciembre. La Coalición Cívica hace rato decidió que no se mezcla con nadie.
  • Y falta la confirmación formal de Sergio Mazzon, que entró por La Libertad Avanza, pero los choques entre Martínez de Vedia y Sánchez Charro ya dejaron en claro que ahí adentro no hay equipo: hay una implosión en cámara lenta.

Si Mazzon abre su propio bloque —y todo indica que así será—, la oposición derecha/libertaria quedará dividida en tres pedazos antes de empezar.

Sí, tres. Antes de sentarse. Antes de votar una sola ordenanza.

Un oficialismo que también cruje

Del otro lado, Fuerza Patria muestra una unidad más decorativa que real. Hay internas, hay disputas, hay sectores que pelean conducción, orientación y sillones.
Nadie lo dice públicamente, pero todos lo comentan por lo bajo.

El 11 de diciembre el oficialismo conservará sus siete bancas, pero aún resta definir quién conducirá el bloque. El actual presidente, el otamendino Gabriel Cacace, es uno de los concejales que se despide en esa misma fecha. Y lo que deja no es menor: su salida abre un vacío difícil de cubrir.

Durante estos dos años, Cacace aportó temple en los momentos más delicados, capacidad de conducción en escenarios complejos y una calidad humana que trascendió lo estrictamente político, un rasgo reconocido tanto por sus compañeros como por quienes no comparten su espacio. Su ausencia marcará un cambio de etapa para el bloque.

Política de alfileres: bloques que se arman para mostrar fuerza.

Todo el que conoce el Concejo sabe que los unibloques no aparecen por iluminación divina. Aparecen por algo muy simple: nadie confía en nadie.

Y ese es el mensaje más fuerte de este fin de año:

La política local está entrando a un período donde las alianzas duran lo que dura un enojo.
Donde un gesto rompe una sociedad.
Donde una foto genera dos comunicados.
Donde, para colmo, cada dirigente habla como si el recinto fuera un ring y no un lugar para gobernar.

La sociedad mira. No dice mucho, pero toma nota.

Mientras los bloques se pelean por el tamaño de la silla, los vecinos miran:
miramarenses, otamendinos, gente de Mar del Sud y Mechongué que quiere cosas básicas: orden, planificación, seguridad, turismo que funcione, espacio público cuidado, servicios que no colapsen.

Y en vez de eso, ven un Concejo que nace como si fueran cinco islas, cada una con su bandera, su ego y su propio relato.

Un mensaje que alguien tiene que decir: así, no.

No se puede pensar en un distrito moderno, ordenado y serio con una política que juega al internismo permanente.
No se puede planificar nada si cada cuatro días un bloque se rompe, se recompone o se mira de reojo.
No se puede pedir confianza cuando los propios socios políticos se tiran con comunicados, audios, gestos o vacíos.

Y sí, está bien discutir. Está bien no pensar igual.
Pero lo que se ve hoy no es debate: es una guerra de posiciones.

En el barco estamos todos. Y alguien tiene que agarrar el timón.

Si la dirigencia no baja un cambio, si no registra que la gente está agotada y harta del show, vamos a desperdiciar los próximos dos años discutiendo bloques como si eso cambiara la vida de alguien. Y hay algo que debe decirse sin rodeos: el Concejo Deliberante no es una red social. No es un feed para buscar likes, ni un escenario para hacer historias, ni un ring para armar reels de pelea. Mucho menos un templo para los autoreferenciales, esos del “yo, yo y solo yo”, que confunden representación con vanidad y creen que la centralidad es ellos mismos. Esa política del yoísmo vacía todo. El Concejo es para pensar, para debatir con seriedad y para producir ideas con sustento real.

El 11 de diciembre puede marcar dos caminos: la política que piensa en sí misma, o la política que piensa en General Alvarado.

Por ahora, lo que vemos es lo primero.
Y es momento de decirlo sin maquillaje: así no alcanza.

El distrito necesita acuerdos, no pulsos ególatras. Necesita madurez, no pirotecnia. Necesita dirigentes que recuerden que el cargo no es un botín: es una responsabilidad.

Los cabildos a cielo abierto están muy bien para la historia. Pero cuando se convierten en un show de internas, dejan de ser democracia y empiezan a ser ruido. Y en General Alvarado, ruido es lo que menos necesitamos.

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