Vicente Catrunao Pincén fue mucho más que un jefe guerrero; fue un líder espiritual, un “hombre de conocimiento”, dice Carlos Martínez Sarasola en su libro “La Argentina de los caciques”. Sus tolderías estaban ubicadas al oeste de la provincia de Buenos Aires y este de La Pampa, pero su origen étnico no está claro. Algunos lo consideran hijo de padre boroga chileno; otros, hijo de madre cautiva blanca; o como un criollo cautivado de niño y criado en tolderías de la zona de Carhué. Hoy los expertos consideran que Pincén fue probablemente un mestizo tehuelche-mapuche.
En 1878 el Ejército lo tomó prisionero cerca de Malal-Có, una laguna próxima a la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, y destruyó su comunidad. Lo enviaron a Buenos Aires y desde allí al campo de detenidos de la Isla Martín García, donde permaneció hasta 1883, cuando fue “liberado” y trasladado como peón a un campo de Junín. Pero ciertos rumores acerca de que el cacique estaría organizando una rebelión hicieron que fuera nuevamente detenido en la isla. Y allí se pierde su rastro y pasa a ser leyenda. Algunos dicen que se habría fugado hacia las costas de Uruguay, y otros que fue visto despidiéndose de sus parientes en los pagos de Trenque Lauquen, para no verlos nunca más.
El texto que se presenta a continuación es un fragmento de la carta enviada por Pincén al Jefe de la Frontera Norte y Centro, Coronel Hilario Lagos, fechada en enero de 1874, donde reclama le devuelvan los cautivos y muestra preocupación por el fusilamiento de su hermana:
“[…] Yo no sé por qué usted quiere sacarnos de mi tierra, yo no le he quitado su pueblo; yo estoy en tierra propia y Ud. sí que está en tierra ajena y en cuanto se descuide a de tener que salir de ese pago.
He sabido que Ud. ha quitado la mitad de la gente que le han entregado a Courrin. ¿Por qué se ha hecho y por qué los hombres que tiene Ud. están todos lastimados, mancos y rengos? Es preciso que me los mande a todos y dejen de trabajar, demasiado han trabajado […].
Los hombres que me debe entregar primero aquí van los nombres: Carriqueo, Kiunto y Murga, y una chica que la tiene usted, mándemelos, y una hermana mía me han dicho que usted la ha fusilado. Yo no sé qué motivos tendrá usted para que la haya fusilado, ningún motivo.
[…] Yo también le digo que aquí ha venido Cipriano Catriel, el Coronel Rivas y Murga. A todos les hemos quitado las caballadas y los cargueros, uno de Cipriano Catriel y otro del General Rivas. Los hemos peleado y les hemos matado muchos, así es que ni una mujer enferma han llevado, en lugar de llevar han dejado. Así es que si yo hubiera ido habría dejado el tendal, así es que se han escapado porque Catriel y Rivas han invadido. Por eso si usted quiere invadir puede venir nomás.
Hágame el favor de regalarme dos ponchos de paño fino, cuatro mantas finas, un sombrero de felpa fino y dos botas ganaderas y un jorellón de papel de escribir, tinta lapicera y pluma, esto es si vamos a estar en paz, mándeme un frasco grande de tinta del sello. Sin más lo saluda a Ud. su compadre. Vicente Pincén”.
Fuente: Martínez Sarasola, C. 2014. “La Argentina de los caciques. O el país que no fue”. Editorial del Nuevo Extremo, Bs. As.
*Museo de la Vida Rural de General Alvarado.