El calendario se acelera: faltan apenas días para el cierre de campaña, previsto para el viernes 5, y el aire político comienza a cargarse de urgencias. Los candidatos se ven obligados a “poner quinta” en recorridas, actos y promesas de último momento. La recta final siempre condensa la ansiedad de lo que no se hizo antes.
Sin embargo, lo que se percibe en la calle es distinto: una sociedad distante, sin demasiadas ganas de involucrarse. Hay cansancio, apatía y, en muchos casos, indiferencia. El riesgo es que esta desconexión se traduzca en un nivel de participación menor al histórico, debilitando aún más la legitimidad del proceso electoral.
Mientras tanto, la campaña se sigue librando en dos planos: en la superficie, los slogans de ocasión; en las redes, los ataques cruzados y los memes como principal arma de disputa. Una estrategia que puede generar ruido, pero difícilmente sume convicción o adhesión real.
A esta altura, lo que se extraña —y se necesita— son propuestas que rompan la monotonía, que inviten a la gente a mirar más allá de la grieta local y de la pelea chica. Ideas que apunten a resolver los problemas de fondo y no solo a sumar un voto más.
Pero la política local quedó atravesada por un golpe inesperado: el escándalo de las coimas que involucra nada menos que a la hermana del presidente Milei y a los hermanos Menem. Un hecho que pega de lleno en la línea de flotación de los dirigentes locales que representan a LLA-PRO. Hasta hace poco se jactaban de ser “la anticasta”, pero los hechos parecen mostrar lo contrario, o incluso peor: llegaron al gobierno prometiendo que el ajuste lo pagaría la casta, y sin embargo las medidas recaen sobre los sectores más vulnerables, mientras se destapa una caja de Pandora que explotó el miércoles en la propia voz del funcionario Spagnuolo, despedido tras reconocer lo sucedido, en un intento de tapar el sol con las manos.
El viernes 5 será el telón de cierre de la campaña, pero también la última chance de encender en la ciudadanía la voluntad de elegir. El desorden que queda, por ahora, es el de una comunidad expectante, que mira de reojo y se pregunta si vale la pena entusiasmarse con una política que promete futuro pero entrega más de lo mismo.