Por Pablo Menéndez.- Defender la ciudad no significa negar los problemas, sino transformarlos en oportunidades a partir de propuestas serias.
Hace exactamente nueve meses escribía estas mismas palabras y reafirmaba un lema que sigo sosteniendo: Primero Miramar, primero General Alvarado. Porque siempre, para mí, están Miramar y todas las localidades que componen nuestro distrito: Otamendi, Mechongué, Mar del Sud. Esa es nuestra causa.
Sin embargo, noto una tendencia en algunos comentarios que buscan bajarle el precio a nuestra ciudad y a todo lo que se genera desde este distrito. Cada uno sabrá por qué lo hace, pero en mi caso siempre tomo posición: no solo porque conozco este lugar desde que nací y me crié en estas calles y veredas, sino porque sé lo que significa.
Algunos creen que golpeando a la ciudad, en realidad golpean al gobierno local. Pero quiero dejar en claro algo: se puede debatir cómo mejorar Miramar y todo el partido de General Alvarado, pero ese debate tiene que darse con propuestas serias, no con descalificaciones vacías.
Se acerca una nueva temporada que, de entrada, se avizora difícil por una economía nacional errática. Ya pasaron casi dos años y lo único que parecen beneficiarse son los más ricos de la Argentina. No voy a profundizar en ese punto porque la prioridad de estas líneas es Miramar, aunque es evidente que estas políticas golpean directamente a los corredores turísticos.
Si a esto le sumamos las críticas sin propuestas, ¿qué le espera entonces a nuestros comerciantes, a nuestros empresarios locales? Somos nosotros los que debemos defender a la ciudad.
A este cronista le sería más fácil subirse al carro de la crítica constante y defenestrar a Miramar. Pero no voy a ceder, aunque toque remar contra la corriente. Como el salmón, prefiero nadar a contracorriente antes que perder la esencia de mi postura: defender lo nuestro, siempre.
Porque hablar mal de Miramar no es una propuesta, es solo ruido. Y en tiempos difíciles, lo que menos necesitamos es ruido: lo que necesitamos son ideas, compromiso y la convicción de que este lugar vale la pena.