Cada año, el 1 de noviembre, se celebra el Día de Todos los Santos, una fecha especial en la que la Iglesia Católica honra a todos los santos y mártires —tanto los conocidos como aquellos anónimos— que ya gozan de la vida eterna.
El origen de esta conmemoración se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Ya en el siglo IV existían celebraciones locales dedicadas a los mártires que habían dado su vida por la fe.
Posteriormente, en el siglo VII, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón de Roma a la Virgen María y a todos los mártires, estableciendo una fiesta en su honor el 13 de mayo. Sin embargo, fue en el siglo IX, bajo el papado de Gregorio IV, cuando la fecha se trasladó al 1 de noviembre y se extendió su celebración a toda la Iglesia.
La elección de este día no fue casual: buscaba cristianizar una antigua festividad pagana que rendía culto a los muertos y marcaba el final de las cosechas en el hemisferio norte.
Hoy, el Día de Todos los Santos es una jornada para recordar, agradecer y rendir homenaje a todos los santos, incluso a aquellos que no fueron canonizados, manteniendo viva una tradición de fe, memoria y esperanza.


