En muchos hogares, el 8 de diciembre no es un día cualquiera: es el instante en que la Navidad despierta y vuelve a llenar de brillo cada rincón. Esta fecha, ligada a la celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, se transformó con el tiempo en un ritual profundamente arraigado, un punto de partida para encender la magia que acompaña al cierre del año.
La tradición es especialmente fuerte en países de raíz católica como Argentina, España e Italia. Pero más allá de su sentido religioso, el armado del árbol se ha convertido en un gesto que simboliza esperanza, unión y renovación. Es ese momento en que las familias se reúnen, desempolvan cajas llenas de recuerdos y, entre risas, villancicos y alguna receta dulce que perfuma la cocina, le dan vida al árbol que iluminará las fiestas.
Decorar la casa es mucho más que colgar luces o acomodar figuras del pesebre: es abrirle la puerta a la ilusión y regalarse un tiempo compartido. Cada adorno tiene su historia, cada luz encendida trae un deseo y cada gesto fortalece los lazos que tantas veces se ven opacados por la rutina.
En Miramar, el espíritu navideño también se siente en las calles. La plaza principal se viste de colores, brillos y detalles que contagian alegría a vecinos y visitantes, recordando que la Navidad no solo se celebra: se vive, se comparte y se siente.
