Por Pablo Menéndez.- Un texto sobre eso que no duele todos los días, pero se convive.
No estaba recordando. No estaba buscando nada de eso. Era mediodía, casi la tarde, un día común. Estaba revisando fotos, ordenando el año, tratando de darle forma al tiempo. Y de pronto apareció una imagen. Un abrazo. Y sin aviso, cayó.
No fue tristeza. Fue un rayo. Un rayo de emoción. De esos que no vienen de la cabeza. De esos que no se controlan. De esos que caen y te atraviesan.
Hay ausencias que no se superan ni se olvidan. No duelen todos los días, pero se convive con ellas.
Se las habita.
Y a veces, cuando uno mira lo vivido, cuando el tiempo se ordena, esas presencias vuelven así:
en un segundo exacto, intenso, verdadero.
No para lastimar. Tal vez para recordar que el amor no se va.
Solo cambia de forma



