Siendo domingo 28, ya despidiendo este 2025, estoy sentado en una mesa de café. Me dan un texto que nunca había leído. Un ensayo que se llama El tercer lugar de la arquitectura. Y mientras lo leía, algo empezó a ordenarse.
Ese texto habla de para qué sirve ese tercer lugar: una plaza, un banco, una vereda, una construcción que empieza a tener vida cuando alguien se sienta, cuando pasa una bicicleta, cuando hay una mirada, un sonido, una presencia. No es la obra en sí: es la gente habitándola.
Y automáticamente me vino una pregunta que me hago seguido, pero que hoy volvió con más fuerza:
¿para qué sirve El Recado?
Todo el mundo sabe cuáles son mis posiciones. Porque yo camino la ciudad. Y lo voy a repetir hasta el cansancio. Nací acá, me crié acá, me gusta esta ciudad. Mis hijos —lo más maravilloso que puede darnos la vida— están acá. Apostaron acá. Apostaron a Miramar.
Y yo la voy a seguir defendiendo desde el lugar que me toca.
¿Por qué mezclo este texto de arquitectura con El Recado?
Porque entendí algo simple y profundo: el tercer lugar en Miramar somos nosotros. Todos nosotros. Los que caminamos, los que vivimos, los que trabajamos, los que ponemos el cuerpo todos los días. Cada uno con derechos, sí. Pero también con obligaciones.
Por eso sigo apostando a lo que hago en El Recado.
A algunos les molesta. Les incomoda que muestre la ciudad, que haga videos, que camine la costa, que hable desde el vecino. Quiero decirles algo, con respeto pero con firmeza: lo voy a seguir haciendo. Porque no creo en la construcción desde el odio.
Hay una frase de Pier Paolo Pasolini que vuelve una y otra vez, y que siento que hoy dice mucho de este tiempo: “Te enseñan a no brillar. Tú, sin embargo, brillas.”
Yo elijo ese lugar.
No el de los héroes de la infelicidad, ni el de la severidad ignorante, ni el de la mutilación estúpida. Elijo construir desde la alegría, desde el respeto, desde el amor por la ciudad que habitamos.
Con odio no voy a ningún lado. No se construye desde el odio.
Si alguien quiere seguir por ese camino, es una elección. Yo elijo otra cosa: construir del lado del vecino, del que pone el hombro, del que cree que Miramar merece discusiones mejores.
Voy a seguir defendiendo esta ciudad querida. Desde mi mirada.
Habrá a quienes no les guste. Los respeto. Pero también pido respeto para quienes pensamos distinto y creemos que las discusiones no se dan desde el grito, la catarsis permanente en redes o el enfrentamiento constante.
La historia de la humanidad ya lo demostró: desde el odio no se construye nada. Solo más bronca, más distancia, más ruptura.
Nosotros —y digo nosotros en plural, porque somos muchos los que creemos— vamos a seguir construyendo desde el amor.
Desde Miramar. Desde El Recado
Pablo Menéndez



