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Editorial: Nos estamos acostumbrando a lo inaceptable


Editorial: Nos estamos acostumbrando a lo inaceptable

Por Pablo Menéndez.- El veto presidencial a la nueva movilidad jubilatoria y a la emergencia en discapacidad deja al descubierto una forma de gobernar sin sensibilidad social. El silencio de la sociedad y la tibieza de la oposición también interpelan. ¿Hasta cuándo?

El presidente Javier Milei vetó dos leyes votadas por el Congreso y esperadas por millones de argentinos:
La nueva Ley de Movilidad Jubilatoria, impulsada por bloques de la oposición dialoguista y el peronismo, proponía una fórmula más justa que combinaba actualizaciones mensuales por inflación y por mejora salarial, estableciendo un piso que garantizaba aumentos reales frente al deterioro de los haberes.
La Emergencia en Discapacidad, que buscaba dar respuesta al recorte de fondos y garantizar el acceso a prestaciones básicas, transporte, atención integral y continuidad de servicios para personas con discapacidad. Fue impulsada por reclamos de organizaciones sociales, familiares y profesionales del sector.

Ambas leyes fueron vetadas por el Poder Ejecutivo. Y la pregunta que sigue flotando en el aire es:
¿Qué nos está pasando como sociedad?

¿Qué nos pasa que vemos cómo se recorta brutalmente a los sectores más frágiles —los jubilados, las personas con discapacidad, los enfermos— y no reaccionamos?
¿Dónde está la ciudadanía que alguna vez salió a la calle por causas menos graves? ¿Dónde están los recursos de amparo, las voces públicas, las protestas, las cacerolas?

Nos estamos acostumbrando a lo inaceptable.

Y eso es tan preocupante como el ajuste mismo. Aceptar el daño sin cuestionarlo, sin exigir respuestas, es parte del problema.

¿Creemos que no nos va a tocar? ¿Qué no tenemos cerca un jubilado o una persona con discapacidad? ¿Qué porque hoy no dependemos del sistema de salud pública, no importa que lo estén vaciando?

La indiferencia también es una forma de violencia.

Mientras se fortalece con los débiles, el gobierno nacional sostiene una lógica de ajuste que se ensaña con quienes menos tienen. Todo esto se hace en nombre del superávit fiscal, pero sin tocar privilegios de la casta real, ni gastos superfluos del propio Estado.

¿Y la oposición?
En lugar de presentar un frente claro, siguen enfrascados en peleas internas, operaciones mediáticas y discusiones de pasillo. Mientras tanto, la gente pierde derechos, pierde servicios y, sobre todo, pierde esperanza.

¿Hasta cuándo vamos a esperar? ¿Hasta que alguien cercano no consiga un medicamento? ¿Hasta que falte un plato de comida? ¿Hasta que no podamos pagar un servicio básico?

Este país necesita volver a sentir. Volver a reaccionar. Volver a hablar de lo que está bien y lo que está mal, sin doble vara. Los medios, los dirigentes, la ciudadanía: todos tenemos que salir del silencio.

Si no nos paramos ahora, ¿cuándo? Si no es por los más vulnerables, ¿por quién?

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