La frase atribuida a Albert Einstein parece escrita para el momento que vivimos en la Argentina. Ayer, el gobierno de Javier Milei anunció un nuevo paquete económico que repite una fórmula conocida: más deuda externa, otra devaluación, y un ajuste que vuelve a caer sobre el sector público y los sectores más vulnerables.
El libreto no es nuevo. Lo vivimos en 2018. Lo sufrimos en 1976. Y sin embargo, volvemos al mismo camino esperando que, esta vez, el final sea distinto. Pero la inflación sigue creciendo, el poder adquisitivo se deteriora, y la angustia se instala en miles de hogares.
Mientras tanto, se achican derechos, se paralizan áreas claves del Estado y se castiga a quienes menos tienen. ¿Dónde está el cambio prometido? ¿En qué parte de este plan se contempla a la gente?
Insistir con las mismas medidas que fracasaron una y otra vez no es valentía. Es necedad. Es no entender que un país no se construye solo con números fríos, sino con decisiones humanas, sensibles y realistas.
La Argentina necesita reformas, claro que sí. Pero no desde la motosierra, sino desde el consenso. No desde el ajuste brutal, sino desde un proyecto que incluya, que mire a largo plazo y que no repita viejos errores con nuevas excusas.
Si realmente se buscan resultados distintos, hay que empezar por hacer las cosas de otra manera. Porque insistir con lo mismo no solo nos empobrece, también nos aleja de cualquier esperanza.