Por Pablo Menéndez.- Hoy vuelvo a sentir cosas que creía terminadas. No por nostalgia ni por mirar hacia atrás, sino porque a veces aparece alguien —vos— y el alma recuerda cómo era latir distinto. Y aunque no te nombre, sabés que esta carta te pertenece.
Hay miradas que llegan antes que las palabras, gestos que despiertan lo que parecía dormido, presencias que uno reconoce sin explicación. Desde que apareciste, algo en mí se mueve de nuevo, como si una puerta interna se abriera apenas… lo suficiente para que entre luz.
Todavía escucho esas viejas frases: “eso no es amor, ya lo vas a entender cuando sea de verdad”. Pero hoy sé que nadie puede explicar lo que uno siente por dentro. Uno sabe cuándo algo empieza a importar. Y lo que me pasa cuando te pienso tiene un pulso que no puedo ignorar.
Ya no me importa si el amor tiene edad, si vuelve, si se aprende, si se repite. Entendí que puede renacer en un instante. Que la chispa que parecía apagada se enciende cuando una mujer —vos— se cruza en el camino y cambia el ritmo del día.
Lo difícil nunca fue dejar atrás lo que dolió. Lo difícil es permitirse empezar de nuevo. Animarse a admitir que algo te está pasando. Aceptar que hay nombres que no decís, pero que te acompañan.
Reconocer que tu presencia, aun sin buscarla, me despierta.
Tal vez antes habría tenido la valentía de decirlo en voz alta. Hoy lo escribo acá, en silencio, en esta carta que no sé si vas a leer, pero que existe porque también yo quiero nacer otra vez en el amor… aunque sea una vez más.
Y mientras intento entender lo que me provoca tu presencia, vuelven estos versos que te pienso a vos:
“Cuando te encontré, me perdí
En cuanto te vi, me enamoré.”
—Pedro Aznar
Ojalá algún día lo entiendas. O tal vez ya lo sabés.
